En verano, por el calor se aumenta el riesgo cardiovascular, además con motivo de las vacaciones, se tiende a ser más flexible en el cuidado de la salud por el cambio en las rutinas de alimentación y ejercicio, circunstancias que pueden suponer un riesgo más elevado para las personas propensas a descompensaciones.
Las altas temperaturas incrementan el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, por ello te damos una serie de consejos a tener en cuenta. Por este motivo, tanto las personas que no se preocupan en exceso por su salud, como los propios pacientes anticoagulados, deben tomar algunas precauciones durante el periodo estival.
La primera norma que debe tener en cuenta un paciente anticoagulado, si tiene previsto viajar, es acudir a la Consulta del Cardiólogo para determinar si alguno de los planes del viaje puede interferir con su medicación habitual. En el caso de sufrir algún percance durante las vacaciones, el sistema nacional de salud garantiza la asistencia en cualquier hospital o centro de salud de España. Por otro lado, cuando se realizan vacaciones en el extranjero, es aconsejable informarse previamente sobre la situación legal y sanitaria del país de destino. Asimismo, los profesionales sanitarios recomiendan la preparación previa del número de dosis de medicamento anticoagulante que se van a precisar durante todas las vacaciones. Tener cubierto el período de descanso en este sentido es imprescindible.
Evitar temperaturas extremas y estar siempre hidratado
Las altas temperaturas son un factor importante, dado que afectan directamente a las personas con enfermedades cardiovasculares. Como apunta el Dr. Zamorano, Jefe del Servicio Cardiología del Hospital Ramón y Cajal “las temperaturas extremas pueden provocar una descompensación cardíaca. En el caso de personas que padecen hipertensión o fibrilación auricular, el riesgo es aún mayor.” Para prevenir una situación de este tipo, es conveniente evitar una larga exposición a condiciones extremas de calor y humedad, en especial aquellas personas que padecen insuficiencia cardiaca, ya que su corazón tiene una capacidad menor de reserva para disminuir el calor corporal y, en consecuencia, puede sobrecargarse.
Varios estudios de la Asociación Americana del Corazón indican que el déficit de vitamina D está directamente relacionado con la aparición de diabetes, hipertensión, infartos o ictus. Diez minutos diarios de exposición solar en las horas menos calurosas del día son suficientes para metabolizar de manera óptima la vitamina D.
Otro elemento determinante es la hidratación, fundamental en verano debido a que se trata de la época del año en la que se pierden más líquidos. Se recomienda que el paciente anticoagulado consuma entre dos y dos litros y medio de agua embotellada, puesto que el consumo de agua corriente puede producir diarreas. Las complicaciones intestinales derivadas pueden causar alteraciones del INR en los pacientes anticoagulados con antivitamina K (AVKs) y, por ende, descompensar su tratamiento. En los pacientes medicados con ACODs (anticoagulantes de acción directa), esta injerencia puede ser menor.
Cuidado con la alimentación y la sal
Respecto a la alimentación es necesario prestar atención al tipo de comida que se consume. Se aconseja evitar los excesos o las dietas centradas en un mismo tipo de alimento, en especial aquellos ricos en vitamina K, como el brócoli o la col, porque reducen los efectos de los anticoagulantes antivitamina K (AVKs). No obstante, se ha demostrado que las interacciones con los anticoagulantes de acción directa (ACODs) son casi inapreciables. En su lugar, se recomienda optar por cereales, fruta fresca, pescado azul, espárragos, calabacín o tomate, alimentos cardiosaludables. Además, se debe reducir el consumo de grasas saturadas, bebidas alcohólicas, café, sal y eliminar totalmente el tabaco.
Ante los datos que muestra la Organización Mundial de la Salud, que afirma que las personas consumen en promedio unos 10 gramos de sal al día, es conveniente que el paciente anticoagulado reduzca la ingesta de sal a menos de 5 gramos diarios. En el caso que se realicen comidas fuera de casa, se puede solicitar la elaboración del plato sin sal. Es de vital importancia regular el consumo de sodio, ya que influye en la función endotelial y en el desarrollo de hipertensión arterial.
Alternar deporte y descanso
Durante todo el año se debe mantener activo tanto el cerebro como el cuerpo, ya que uno de los factores de riesgo que favorece la aparición del ictus es el sedentarismo. Para ello, el mínimo de ejercicio que recomienda el doctor Zamorano son 40 minutos de caminar al día. Un lugar idóneo para hacerlo es la playa, ya que favorece la circulación sanguínea. Es aconsejable realizar las actividades deportivas a primera hora de la mañana o al atardecer para evitar las horas de calor más intenso, entre las 11:00 y las 17:00 de la tarde.
Si hablamos del baño, se recomienda no hacerlo en aguas con temperaturas inferiores a los 25º, dado que los cambios extremos pueden provocar una angina de pecho. Si una persona que padece alguna descompensación cardiovascular practica natación, los cardiólogos recomiendan el estilo libre, braza o espalda. Ejercitar un deporte adecuado según las capacidades y necesidades físicas de cada persona es una actividad saludable que también revierte positivamente en el estado de ánimo.
De la misma forma que hay que mantener el cuerpo y el cerebro activos, la relajación y el reposo son fundamentales para el equilibrio del organismo. Si las obligaciones lo permiten, es recomendable reposar durante las horas centrales del día. Una breve siesta de 30 minutos es beneficiosa para recuperar energía y disminuir la presión arterial, uno de los factores que más influyen en la aparición de enfermedades cardiovasculares.
En relación a este tema el Dr. Zamorano sugiere que “lo importante es seguir una serie de pautas para proteger el corazón y el cerebro, sin olvidar nunca incluir la medicación en el equipaje“. Una buena manera de lograrlo es guardarla siempre en el neceser junto al cepillo de dientes o la maquinilla de afeitar. En definitiva, como señala el Dr. Zamorano “se puede disfrutar del verano con plenitud usando el sentido común y llevando hábitos de vida saludables“.
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